Una mirada biológica sobre las creencias

Desde el auge de las neurociencias, nos resulta cada vez más familiar escuchar y leer sobre el cerebro y cómo se generan los pensamientos. Con toda la información recibida, sabemos que muchos de nuestros pensamientos se basan en creencias, pero, ¿somos capaces de auto-modelar nuestro cerebro para cambiarlas?

 

Nuestra estructura cerebral está compuesta por tres cerebros:

 

  • el cerebro reptiliano que regula funciones básicas para la vida del organismo como la respiración automática y la presión arterial. Se encarga de los instintos de supervivencia -el deseo sexual, la búsqueda de comida y las respuestas agresivas tipo “pelea o huye”.

 

  • el cerebro límbico, que es el encargado de mantener nuestro equilibrio y organizar nuestros movimientos coordinados y desplazamientos. Tiene gran influencia en la conducta, por ello también se le llama emocional, o químico, porque regula muchos estados internos diferentes.

 

  • el cerebro neo-mamífero o neo-corteza, que comprende las diferentes áreas más recientes, capaces de generar el razonamiento consciente, la capacidad de pensar de forma abstracta y más allá de la inmediatez del momento presente, y de desarrollar un yo consciente y una compleja vida emocional.

 

El sistema límbico

 

Es la parte del cerebro especializada en la gestión de las emociones, el aprendizaje y la memoria. Neurológicamente, las creencias se asocian con el sistema límbico, ya que producen cambios en las funciones fisiológicas fundamentales del cuerpo, esas que son responsables de muchas de nuestras reacciones inconscientes.

 

La relación existente entre la función fisiológica y las creencias incide de forma poderosa en la salud y en la curación. Las expectativas generadas por las creencias, afectan nuestra neurología más profunda. Las neurociencias nos hablan de auto-modelación del estado emocional (atención, auto-observación y habilidad para reconocer las propias emociones). Al ser conscientes, se puede decidir las respuestas más saludables para nuestro cuerpo. Esto se llama inteligencia emocional.

 

Cada vez que experimentamos sensaciones de dolor o placer, el cerebro límbico buscará la causa que lo ha producido, asociándolo con el registro que se encuentra almacenado en su estructura, si esta sensación es nueva lo registrará para facilitar nuevas respuestas futuras, creando “neurofusiones”.

 

Las neurofusiones dolorosas se producen con mayor rapidez e intensidad que las placenteras: el aprendizaje emocional genera neurofusiones. De aquí la importancia de trabajar la auto-modelación emocional, de modo de ejercer un autoanálisis e influir, sobre aquellas emociones que activan el modo supervivencia en forma negativa, y activar aquellas que generan sensaciones placenteras.